martes, 7 de abril de 2009

Homenaje a John Cage.


Reinaldo Amién G.


La acción del silencio.



Un individuo cualquiera, ante una determinada cantidad de personas que lo observan, un profesor, su asistente, una amiga, algunos conocidos, otros no tanto…
El individuo coloca una silla maltrecha, medio recostada a una pared, busca un basurero colmado de residuos y se lo arrima a la silla. Toma su bolso y saca un par de camisetas, una rota y sin mangas, la otra de una tenue combinación de rayas color pastel; se las pone y después toma un pantalón negro, un sombrero anaranjado y termina de vestirse. Del compartimiento que está a un lado del bolso, saca unos anteojos desarmados, con un solo lente, y se los pone; después, de un pequeño recipiente, toma un poco de maquillaje y se dibuja un punto blanco en el extremo de la nariz.
El individuo se pone de pie delante de las personas que lo observan y grita:

¡aCcióN?

El individuo…

Irrumpe el sonido de un silbato.

El individuo, se quita los anteojos, el sombrero, las dos camisas; para quedar vestido con las ropas que traía al inicio. Toma una hoja de papel y escribe en ella la siguiente leyenda:


homenaje a John Cage.


El individuo se va…

Al individuo se le ha visto antes con el mismo sombrero y preguntándose cosas extrañas.


Nota: el texto anterior fue escrito dos días después del la ejecución del Performance.


Marco conceptual.


Para el diseño del performance que finalmente titulé “homenaje a John Cage”, tomé como eje creativo al silencio, tanto sonoro como físico, con el propósito de acercarme al concepto de la no-acción, pero con carácter provocativo y no pasivo.
Además como elementos de contraste y generadores de tensión, dispuse un espacio escénico, en el que supuestamente tienen que sucederse las “acciones”, a partir de la colocación de elementos de utilería tomados al azar. En seguida me coloqué elementos de vestuario, que sugieren la “aparición” de un personaje.
Luego me coloqué en frente de los observadores y escuchas, y no realizo movimiento ni emito sonido alguno durante cuatro minutos, con excepción de mis ojos que buscan los de cada uno de los presentes y que sirven de vínculo esencial de retroalimentación.
El final de la presentación lo determina el sonido de un silbato que sopla un individuo del público, al cual se le solicitó ayuda previamente.
El sonido, al igual que el silencio es capaz de provocar reacciones en el espectador, le insinúa la ausencia de algo que ya no está, que debería estar o que estará. A partir de esto y desde mi experiencia como actor me surge una pregunta: ¿Si la esencia del teatro es la acción, la del Performance es la reacción?



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